Hoy domingo, como ayer, en Bogotá, he visto desplazamientos regulares o usuales de policías en el tamaño esperado para garantizar el orden en la capital de Colombia, y en otras partes del país, durante el desarrollo de la segunda y definitiva vuelta electoral, en que 39 millones de sus ciudadanos están llamados a ejercer voluntariamente su derecho de sufragio entre los dos candidatos que quedaron para esta jornada final: los exalcaldes Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, de Bogotá y Bucaramanga, respectivamente. Esta normalidad cívica contrasta con el panorama más bien tenso de los últimos días y horas en que se venía hablando de eventuales revueltas sociales por los resultados que pudiera no gustar a uno u otro candidato. Con empate técnico, era de esperarse.
El izquierdista Gustavo Petro dejó entrever de un eventual fraude y el independiente Rodolfo Hernández refería de planes para asesinarlo. Con lo anterior, el Departamento de Estado de los EE.UU. emitió una alerta recomendando abstenerse de viajar a Colombia para esta fecha y la Defensoría del Pueblo cafetera advirtió que, por información de inteligencia, podría haber desmanes en todo el territorio nacional.
La Registraduría, que es la autoridad electoral colombiana encargada organizar el proceso de elecciones, reunió en la víspera a todos los observadores internacionales para decirnos que están dadas todas las garantías para asegurar un resultado imparcial y justo, conforme a derecho, anunciando el nombramiento de auditores al software de preconteo para legitimar los resultados. Hasta allí con todo lo formal que es lo esperado; sin embargo, mi percepción es una alta incertidumbre en la población por lo que vaya a pasarle a Colombia para su destino en los próximos 4 años. Hoy salen a votar sin ilusión ciudadana y eso preocupa.
Queda claro que los partidos políticos tradicionales -liberal y conservador- han sido desplazados y la pregunta que muchos se hacen es si acaso el remedio -Petro o Hernández- será peor que la enfermedad. Como en otros países de nuestra región, pareciera haberse acabado con los candidatos llenos de virtudes como para alzarse con la victoria y más bien se decide por el menos malo. Eso sí, una victoria apretada de cualquiera de los dos candidatos no será lo esperado para una Colombia que necesita cohesión nacional. Veremos qué pasa.