39 partidos eligieron a sus candidatos a la presidencia y al Congreso. Con ello, y con el plazo del 23 de diciembre como límite para inscribir listas, ha comenzado oficialmente la carrera hacia el 2026. Una carrera que, por ahora, no promete épica sino reiteración: los nombres son casi los mismos, los discursos también, y el cansancio ciudadano es más palpable que nunca. Por ello casi el 50% no sabe por quién votar o lo haría en blanco o nulo. Rafael López Aliaga encabeza las encuestas, pero lo hace como quien lidera una procesión lenta. Los sondeos de Ipsos y Datum lo mantienen en la franja del 9% al 10.5%, cifras calcadas a su rendimiento del 2021. En política, la estabilidad no siempre es una virtud; a veces es una condena. Un candidato que no crece es un candidato que se consume. Si no cambia el guion, su techo será el mismo que su pasado. En segundo lugar aparece Keiko Fujimori, atrapada en un desgaste que ya no sorprende a nadie. CPI le asigna 7.6%, Ipsos 7% y Datum 7.5%. Lejos quedó aquel 13.4% que la llevó a la segunda vuelta en el 2021. Hoy ese escenario es pura nostalgia. Siete de cada diez peruanos no votaría por ella, recuerda el IEP, y la pesada mochila del cogobierno con Dina Boluarte sepulta cualquier intento de renovación narrativa. Ni el recuerdo de su padre le sirve ya como sostén simbólico. Todo indica que su tiempo político se ha consumido.
Luego surge Mario Vizcarra, instalado en un tercer lugar que no responde a mérito propio sino a su hermano Martín. Su discurso, basado en denunciar al establishment y victimizar al expresidente, hoy preso, tiene más decibeles que ideas. Habla mucho de enemigos, pero nada del país. En paralelo, un puñado de aspirantes se disputan el 2% como quien lucha por un espejismo. No logran traducir las demandas ciudadanas, y por eso nadie se ve reflejado en ellos.En su libro Opinión Pública 1921-2021, Alfredo Torres identifica siete tendencias que ordenan, desde hace un siglo, el camino al poder: se vota por el cambio; la derecha pierde; la izquierda es marginal; se vota por personas, no por partidos; la alcaldía de Lima no sirve de trampolín; los expresidentes pueden volver; y el voto es regional y socioeconómico. Todas siguen vigentes, salvo la resurrección política de los expresidentes, hoy confinados a penales o al olvido. Si los candidatos realmente quieren sorprender al país, harían bien en leer no solo encuestas, sino historia.




