Ningún peruano de bien puede estar en contra del justo reclamo que hacen los transportistas, empresarios, bodegueros, emprendedores y la población en general, que exigen al gobierno de Dina Boluarte acciones decididas y oportunas en contra de la criminalidad que todos los días cobra vidas de gente que incluso es atacada por sicarios por no pagar diez o veinte soles de cupo a cobardes que hasta han puesto en la mira a comedores populares, jardines de infancia y albergues de mascotas.

Sin embargo, lo que es inaceptable es que a este reclamo se suban grupos políticos afines al caos y la destrucción de la poca institucionalidad que nos queda, para llevar agua para su molino. Son los que creen que con levantar el puño, tirar piedras, quemar llantas, bloquear carreteras, tomar aeropuertos, incendiar comisarías y enfrentarse a los policías en las calles, van a imponer su agenda política, esa que no recibe mayor respaldo en las urnas cada vez que salen a cazar el voto de los ciudadanos.

Un país que busca algo de estabilidad para salir de la crisis y mejorar las condiciones de vida de la gente, no puede estar a merced de políticos con vocación de revoltosos. Ya los vimos tras la caída de Martín Vizcarra, hoy en el banquillo de los acusados por cargos de corrupción; y de Pedro Castillo, en que con violencia y sabotajes al país trataron de devolver a este sujeto a Palacio de Gobierno a pesar de las evidencias de corrupción y que acababa de dar un golpe de Estado ante los ojos del mundo entero.

En ningún país serio puede mandar la turba, sino el imperio de la legalidad. Esto no es la Bolivia de Evo Morales, un pobre sujeto que al verse acorralado por gravísimas denuncias de pedofilia y violación de menores, ha optado por tomar carreteras al amparo de tontos útiles que son usados como carne de cañón, tal como hacen en el Perú algunos que promueven marchas violentas desde la comodidad de sus terrazas, oficinas, cafés favoritos o incluso el extranjero.

La presidenta Boluarte es indefendible y es más seguro que en su momento tendrá que responder por muchas cosas a nivel político y penal, pero resulta inaceptable que ciertos personajes ya conocidos que están buscando votos, se estén valiendo de los reclamos contra la inseguridad en las calles, para tumbarse un gobierno a punta de ruido en las calles. Así no funciona la democracia, pues esta se expresa en las urnas o con los votos del Congreso que guste o no, hemos elegido libremente.