En un contexto global de constantes cambios geopolíticos y tecnológicos, la Fuerza Aérea del Perú (FAP) se enfrenta a un desafío crítico: la renovación de su flota de aviones de combate. Los sistemas aéreos vigentes de la FAP, muchos de ellos con más de 40 años en operación, han llegado a un punto en que su modernización no es opcional, sino una necesidad urgente para garantizar la defensa, seguridad y el desarrollo nacional.
Desde el punto de vista legal, la Constitución Política del Perú en su artículo 163 establece: “El Estado garantiza la seguridad de la Nación mediante el Sistema de Defensa Nacional, cuya finalidad es asegurar la independencia, soberanía e integridad territorial. La Defensa Nacional es integral y permanente y se desarrolla en los ámbitos interno y externo. Toda persona natural y jurídica está obligada a participar en le Defensa Nacional de conformidad con la ley”. Asímismo el articulo 165 define que las Fuerzas Armadas tienen como misión principal son garantizar la independencia nacional, defender la soberanía del país y proteger la integridad territorial de la República.
Para poder cumplir con el mandato constitucional y al mismo tiempo mantener condiciones de equilibrio en la región, la FAP debe poder disuadir posibles amenazas externas. El Perú, a pesar de tener relaciones pacíficas con los países vecinos, no puede ignorar la realidad de que los conflictos internacionales o regionales pueden surgir inesperadamente. La competencia continua entre naciones está directamente relacionada a la rivalidad y esfuerzo entre los países por superarse entre sí en diversos ámbitos como el económico, militar, tecnológico, diplomático y cultural, creando una dinámica permanente en la que los Estados buscan mantener o mejorar su posición en el escenario global de manera constante y sostenida. Para mantener la seguridad en equilibrio se necesita una disuasión efectiva. Esta se basa en la capacidad de mostrar una Fuerza Aérea capaz de responder rápidamente y con contundencia ante cualquier agresión. Sin embargo, la flota actual de la FAP, compuesta principalmente por aviones Mirage 2000 adquiridos en la década de 1980, ha quedado rezagada tecnológicamente en comparación con las fuerzas aéreas de otros países en la región. Esto reduce la capacidad del Perú de proyectar fuerza y defender su espacio aéreo de manera eficiente.
La obsolescencia tecnológica es uno de los mayores desafíos que enfrenta la FAP. Los aviones de combate que actualmente opera, cuentan con sistemas que fueron efectivos en su momento, pero que han quedado desfasados ante las nuevas amenazas y tecnologías emergentes. La modernización no se trata solo de adquirir aviones más rápidos o con mayor capacidad de armamento, sino también de integrar nuevas tecnologías periféricas como radares, sistemas de comunicación en tiempo real y capacidades de guerra electrónica, inteligencia, vigilancia y reconocimiento, lo cual significa un incremento de capacidades superlativo. Estos avances permiten una coordinación más efectiva con otras ramas de las Fuerzas Armadas, así como otras agencias del Estado para una mejor gestión de recursos en situaciones críticas. Una actualización tecnológica de este tipo significa modernizar nuestra forma de estudiar, entrenar, administrar los medios y su cadena logística así como modernizar la forma como empleamos al poder aeroespacial para asegurar que nuestras Fuerzas Armadas estén preparadas para los desafíos del siglo XXI.
En el ámbito internacional, una Fuerza Aérea moderna es también una herramienta diplomática. Un país con capacidades militares actualizadas tiene un mayor peso en la región y puede participar en misiones de paz, ejercicios militares conjuntos, y cooperar con otras naciones en la lucha contra el crimen transnacional o el terrorismo. En este sentido, contar con una Fuerza Aérea avanzada permite al Perú no solo fortalecer su posición defensiva, sino también su influencia y participación en la arena internacional. La actualización de la FAP no solo tiene implicaciones de seguridad, sino también de política exterior y proyección de poder blando (Soft Power) en soporte a la diplomacia.
También, es necesario recordar que en tiempos de crisis el material necesario no se encuentra disponible para su compra inmediata. Durante la pandemia del COVID-19 se necesitaban aeronaves con capacidad intercontinental (Boeing 737 NG) para el traslado de vacunas y otros equipos médicos vitales, sin embargo la FAP no contaba con dichas aeronaves, lo que incremento las cifras negativas de la pandemia. Durante los incidentes en Medio Oriente entre Israel y Hamas tampoco se pudo responder oportunamente en la repatriación de nuestros conciudadanos por los mismos motivos. Recientemente durante los incendios forestales en múltiples zonas del país y en simultaneo, la FAP no solo luchó contra el fuego, sino también contra la cantidad de medios limitados con los que contaba (Aeronaves Spartan C-27J y helicópteros Mi-17). Muchas veces el material necesario para atender las necesidades del Estado es requerido con mucha anticipación para que cuando la emergencia ocurra se cuente con los medios necesarios en ese momento crítico, ya que después es muy tarde.
Una de las ventajas de la adquisición material militar es el OFFSET, particularmente el indirecto ya que tiene un impacto en los servicios que el Estado ofrece a la población al mismo tiempo que genera importantes beneficios económicos para el país. La adquisición de aviones modernos puede incluir acuerdos de transferencia tecnológica, capacitación de personal técnico y la creación de empleos en la industria de defensa local. Además, contar con una flota actualizada reduce los costos operativos a largo plazo, ya que los aviones modernos son más eficientes en términos de mantenimiento y consumo de combustible. Esto también puede incentivar la inversión extranjera y la cooperación industrial, mejorando la capacidad del Perú de desarrollarse en el campo de la tecnología militar y aeronáutica.
Finalmente, la Fuerza Aérea del Perú ha servido fielmente al país desde su creación, empleando todos sus medios disponibles cuando se le ha requerido, pero su capacidad de garantizar la seguridad y el bienestar de la Nación se ve cada vez más limitada por la antigüedad de sus aviones de combate. La renovación de la flota no es solo una cuestión de Defensa Nacional, sino también un imperativo para proteger nuestros recursos naturales, fortalecer nuestra presencia internacional y garantizar una respuesta eficaz ante emergencias. Invertir en la modernización de la FAP no solo asegurará un Perú más seguro, sino que también brindará importantes beneficios económicos e industriales para las futuras generaciones. Es hora de que el país mire hacia el futuro y apueste por una Fuerza Aérea a la altura de los desafíos que nos esperan.