La designación parlamentaria de cargos públicos, aunque otorga legitimidad de origen, siempre corre el riesgo de politizar los nombramientos. Por esta razón, en las democracias más avanzadas se establecen requisitos procedimentales para evitar que los nombramientos sean resultado de mayorías coyunturales. De esta manera, se busca impedir la designación de personas afines ideológicamente, priorizando el prestigio y el currículum profesional y personal de los candidatos.

La doctrina parlamentaria sostiene que se deben introducir principios como la dignidad y la honestidad en el cargo, los cuales pueden ser evaluados a través de pruebas objetivas, como un examen exhaustivo de la trayectoria profesional. Sin embargo, estas técnicas no garantizan necesariamente el comportamiento democrático y ético de los designados, por lo que se habla de una “cultura parlamentaria de elección honesta”. En esta cultura, no solo se exigirán requisitos objetivos como titulación, mayoría de edad y experiencia en el campo, sino también virtudes subjetivas que aseguren la competencia e independencia de los seleccionados.

No dudo que en la elección del defensor del Pueblo haya habido reuniones “extraparlamentarias” en las que se pudieron haber alcanzado acuerdos, los cuales se confirmarán formalmente en el parlamento más adelante. Incluso puede haberse excluido a grupos minoritarios de estos acuerdos. Lo preocupante en este caso es que parece ser que algunos congresistas han intercambiado su voto por la impunidad en causas judiciales que podrían afectarles. Esto es inaceptable en una democracia y solo contribuye a socavar aún más la credibilidad de un parlamento fragmentado, en su mayoría compuesto por personas sin experiencia.

Reconozco, a partir de mi experiencia personal, que los procedimientos parlamentarios se sustentan en dos principios fundamentales: el principio de negociación y el principio de consenso, los cuales constituyen los cimientos de la democracia parlamentaria. Tal como se ha afirmado en numerosas ocasiones, es imperativo lograr “tanto consenso como sea posible y tanta decisión mayoritaria como sea necesaria, sin invertir esta lógica”.