Vladimir Cerrón. A la sazón, sentenciado por corrupción. Su gestión como gobernador regional de Junín fue una desgracia total. Pero es la mano que mece la cuna de Perú Libre, en la que juguetea a conseguir el gobierno su hijo putativo Pedro Castillo. Le ha dado un lápiz para que se entretenga. Dios los crio y ellos se juntaron. El profesor chotano lo ha negado tres veces y más. Como Pedro a Jesús, antes de que cantase el gallo.

Sin embargo, huelen a comunismo. A lobos disfrazados de corderos. El ideario los delata de cabo a rabo. Estatismo por aquí. Nacionalización por allá. La vieja política del ostracismo. La obcecación de convertir a los países en parias. Lo que perpetró el chavismo con Venezuela, por ejemplo. Los extremismos como pan de cada día. Ya lo dijo Guillermo Bermejo, congresista electo: “Si tomamos el poder, no lo vamos a soltar”. Están famélicos por la mamadera.

Y, claro, la prensa les apesta. Que “mermelera”. Que “basura”. Que “comprada”. Incluida la amenaza de divulgar el sueldo de los periodistas. Caldo de cultivo para las agresiones que han sufrido esta semana reporteros de televisión por parte de sus fanáticos. En las narices del candidato empujaron a un reportero de Latina y apenas si se inmutó y trató de tapar el sol con su sombrero de paja. Muy bien los gremios en pararle el caballo con sendos comunicados.

Sobre todo en el año de su Bicentenario, el Perú se merece un presidente que respete los credos establecidos por San Martín: libertad, independencia, democracia. Violentar uno de ellos descalifica a su ejecutor y será entera competencia del “pueblo” lo que ocurra con la patria luego del 6 de junio. No podemos viralizar la irresponsabilidad en las ánforas en medio de una pandemia sin parangón. Avisados estamos.