A mediados de 2023, Julio Velarde, presidente del Banco Central de Reserva del Perú, señaló que no estamos tan mal frente a la región, solo que América Latina es un desastre. En abril último, el Banco Mundial publicó estimaciones para América Latina y el Caribe (ALC), indicando que la región crecería un 2.1% en 2025, con un alza de 2.4% en 2026. Por su parte, la Cepal presentó recientemente un estudio donde expone que la región crecería un 2.2% en 2025, y 2.3% en 2026. Estos resultados posicionarían a ALC como la región de menor crecimiento del mundo. Este escenario se debería a la exposición que tiene frente a la política arancelaria de EE. UU., así como problemas de inseguridad y crimen organizado, incluyendo la expansión de economías ilegales. El calendario electoral de América Latina en lo que queda de 2025 y durante 2026 genera expectativas, aunque persistiría un limitado espacio para ejecutar reformas significativas. Chile tendría un nuevo gobierno promercado, lo que mejoraría las expectativas empresariales; pero, sin mayoría en el legislativo, lo que truncaría reformas en mejora de la competitividad. En Bolivia es evidente que se requieren ajustes para recomponer el desastre que ha generado el Estado intervencionista, con las repercusiones que ello implicaría en el corto plazo para su economía. Una elevada oposición social, promovida por Evo Morales, frenaría las reformas urgentes. Argentina crecería a tasas elevadas. Las elecciones legislativas favorecerían al gobierno de Milei. En Perú, a pesar de todo, y de 37 posibles candidaturas, la recuperación económica, aunque moderada, se mantiene. Podríamos estar mejor.

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