La lucha contra el cambio climático es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo. Perú, aunque responsable de apenas el 0,42 % de las emisiones globales de CO2, enfrenta una tendencia al alza que exige respuestas urgentes y estratégicas. El reto no es menor: reducir emisiones sin sacrificar el desarrollo.

En este contexto, resulta fundamental que las políticas públicas se orienten hacia la máxima eficiencia en el uso de los recursos. No podemos permitirnos invertir en soluciones costosas y de bajo impacto, cuando existen alternativas que pueden generar beneficios ambientales y sociales mucho más significativos.

Más allá de que en el Perú la deforestación y el cambio de uso de suelo, impulsados por actividades ilegales y la agricultura y su expansión desordenada, representan, en conjunto, el 60% de las emisiones nacionales. En el sector energético y transporte tenemos aún una tarea pendiente.

En cuanto a generación eléctrica los indicadores muestran una realidad alentadora. El predominio del gas natural y la generación hidráulica en la matriz eléctrica nacional sitúan al Perú con uno de los indicadores de emisiones por kWh significativamente bajo con respecto a la media mundial. Esta matriz hace que la generación eléctrica en el país sea responsable del 6% de emisiones.

El transporte, sin embargo, plantea desafíos complejos. La electrificación es una herramienta poderosa y debe ser promovida allí donde sea viable, eficiente y sobre todo sostenible y accesible económicamente, especialmente en el transporte urbano y de corta distancia. Pero no es la única solución ni la más inmediata para todos los segmentos.

No se trata de rechazar la electrificación, sino de integrarla inteligentemente en una estrategia más amplia, que combine tecnologías y soluciones adaptadas a la realidad peruana. La aviación, transporte marítimo, el transporte pesado y la minería, por ejemplo, requieren enfoques específicos y transiciones graduales.

En definitiva, Perú debe apostar por una descarbonización inteligente, priorizando los sectores y las acciones que generen el mayor impacto ambiental y social por cada sol invertido. La articulación entre Estado, sector privado y comunidades locales, junto con el acceso a financiamiento internacional y cooperación técnica, serán clave para avanzar con paso firme.

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