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Normalmente los aspectos de seguridad para un evento o varios eventos de importancia nos retrotraen a temas conocidos y donde nuestras fuerzas del orden tienen que ponerse al 100% de actividad: cercas, guardias personales, autos especiales, entre otros. Pero ¿nos hemos puesto a pensar en la nueva amenaza que significan hoy los drones?

No hay casi ninguna otra tecnología actualmente en desarrollo tan rápido como la de los vehículos no tripulados (drones). Sin embargo, el aumento de la eficiencia de los mismos se traduce en más oportunidades de hacer mal uso de ellos, básicamente con fines delictivos, tales como: terrorismo, contrabando, violación de la intimidad, TID, etc. Cada día más, la seguridad de las agencias policiales del mundo se ve incrementada por la presencia de estos y su incorrecto uso.

Pueden ser un riesgo para la navegación aérea y un arma terrible el día que los terroristas reparen en ellos, aunque ya se han dado cuenta. Basta ver su empleo cada vez mayor en Iraq.

Ya existen una serie de reportes de incidentes provocados por estos drones. Hace no mucho, un Airbus A320 estuvo en “riesgo serio” de colisionar con un dron en su trayectoria de vuelo sobre el aeropuerto londinense de Heathrow. Se cree que este era manejado por un aficionado que se encontraba fuera del perímetro del aeropuerto. El objeto no llegó a ser detectado por los radares y desapareció tras el susto. En mayo último, un Boeing 737 tuvo un percance igual en Londres. Asimismo, Francia se encuentra seriamente preocupada por resguardar su “mapa nuclear” desde que empezaron a sobrevolar cerca de sus centrales nucleares, y ni qué se diga de los problemas que el uso de estos aparatos está provocando en EE.UU.

Los problemas de seguridad que puede suscitar la nueva moda son evidentes. “Se trata de objetos bastante pesados si vas a gran velocidad”, comentan los pilotos. ¿Qué pasaría si los terroristas lograsen programarlos con cargas explosivas? Es una hipótesis que preocupa a las autoridades y a los pilotos, porque además los incidentes con drones se producen en los momentos más delicados de un vuelo: el despegue y el aterrizaje. Comprar un dron está al alcance de cualquiera. Amazon, por ejemplo, vende más de cien modelos de 15 fabricantes diferentes. Más de un millón de drones se han vendido en todo el mundo en los últimos años y muchos de ellos están causando problemas en los cielos, especialmente en Estados Unidos, pero no solo en las proximidades de aeropuertos. Lo de Francia podría quedarse en una anécdota menor en comparación con la laguna legal y de seguridad que se introduce en nuestros países con la distribución de estos aparatos.

El tamaño, la velocidad y la variación de la forma de estos drones hacen extremadamente difícil la identificación de un único método de supervisión. Por lo tanto, se utiliza una serie de sensores para detectarlos en tiempo real. Ya se están desarrollando estos sistemas antidrones, por ejemplo, en el último debate presidencial entre D. Trump y H. Clinton, la Policía Metropolitana de Las Vegas usó un sofisticado sistema antidrones que detecta, identifica, sigue y finalmente los intercepta como una potencial amenaza. Existe también el llamado “dron antidrones”, que ha sido recibido con entusiasmo: implica la caída en absoluto descontrol del dron, por lo que su empleo en zonas urbanas se hace prácticamente imposible.

Asimismo, los drones no son infalibles: pueden ser vulnerados, es decir, hackeados por un tercero que puede tomar control del mismo. Obviamente existen medidas de seguridad para que ello no se produzca. Pero como la tecnología está en constante desarrollo, esto podría ser superado.

Pero, aquí nos planteamos una pregunta, ¿quién toma esta responsabilidad en nuestro país? Defender nuestro espacio aéreo corresponde a la fuerza militar. No olvidemos que estamos a puertas de la APEC 2016.

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