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De insultante para la memoria nacional ha calificado el ministro de Justicia, Salvador Heresi, al fallo que posibilita el arresto domiciliario de los líderes senderistas Osmán Morote y Margot Liendo, acusados por el atentado terrorista en la calle Tarata en Miraflores.

Resulta entonces contradictorio que, en un Estado que se precia de ser garantista de los derechos humanos y contrario a los crímenes, se libere a autores de asesinatos de miles de personas, caídas a manos del grupo terrorista Sendero Luminoso.

Sin embargo, lo que ha resultado incluso más vergonzoso en este asunto fue ver por televisión, en vivo y en directo, al propio Osmán Morote celebrar el triunfo de su excarcelación en un abrazo fraterno con el líder senderista Abimael Guzmán, restregando ello en el rostro de todos quienes vivimos la ola de terror que ambos personajes desataron a través de su ideología y de su accionar violentista durante más de una década en el país.

Mientras vemos cómo el presidente del Poder Judicial, Duberlí Rodríguez, se excusa argumentando que el abrazo era algo impredecible, la discusión se centra en la falta de administración de justicia al tener fuera de prisión a dos terroristas condenados, porque el Poder Judicial demoró años en la formulación de acusación a los presuntos culpables de un delito que se cometió en 1992.

Es imperioso que el Poder Judicial revise sus decisiones y que el Ministerio Público asuma con la responsabilidad que todos esperamos casos tan graves como este, para que la historia no se repita. 

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