Cuando se dio por segunda vez a la fuga, muchos pensaron que había huido al extranjero aprovechando sus contactos con Cuba, Venezuela o Bolivia. Yo repetí con firmeza que ese no era el caso de Cerrón por varias razones que lo convierten en un “zoon politikon” sui generis. La primera era muy básica, nada lo esperaba en el extranjero. Sin familia, sin amigos y sin hijos no había motivación alguna para abandonar todo lo que había alcanzado. La segunda era porque el gobierno de Dina Boluarte y sus aliados como Keiko Fujimori buscarían blindarlo. La tercera era que para mantener el liderazgo de su partido y seguir lucrando de él, tenía que mantenerse en Perú. Pero cuarta y la más importante era que él buscaba convertirse en el candidato de la izquierda en 2026 y para eso debía quedarse en el Perú.
Desde el 2023, la tarea de Cerrón se ha concentrado en limpiar el camino para garantizar su candidatura. Su equipo legal ha buscado por todo modo que se le retire la sanción y la inhabilitación, hasta conseguirlo con el Tribunal Constitucional el 19 de diciembre. También ha procurado mantenerse vigente políticamente desde las redes sociales para que su proyecto al 2026 no pase desapercibido.
A un año del inicio de una de las campañas presidenciales más fragmentadas de la historia peruana, Vladimir Cerrón está habilitado para postular y sin duda lo hará. Toca a los ciudadanos patriotas hacer lo que la justicia peruana no pudo: Vencer al criminal y desaparecerlo del mapa político. Lo que fiscales, jueces y policías no pudieron hacer con juicios, allanamientos y búsquedas, los ciudadanos lo haremos con nuestro voto.