Alan García tienta su tercer mandato. Pretende combatir la desconfianza y la desesperanza con un discurso bien pensado con temas elegidos para todos los públicos. Cada ciudadano debe haberse sentido tocado por lo menos por parte de ese alegato. Y por supuesto han surgido temores y ataques de los adversarios y posibles intereses afectados por sus promesas.

El Perú requiere de una acción fuerte y decidida para la redistribución que reduzca desigualdades y haga vivible el país para los sectores más pobres. Ello solo se podrá lograr con capacidad y experiencia, que son las fortalezas del líder aprista. Mucho de su oferta coincide con el derecho ciudadano a una mejor vida y a ninguna caridad. Su ambiciosa promesa responde a un Plan de Gobierno desarrollado durante un año con notables expertos en los diversos campos. AGP conoce bien los temas que interesan a la gente y para sintonizar con ella no duda en pisar callos, desde el patrullaje en las calles por militares como disuasivo excepcional para una etapa tan convulsa de inseguridad hasta la reforma policial, las políticas sociales bien manejadas, los services, el canon comunal y ese gran eje que es la minería junto a la inversión pública y privada, más educación, tasas y tarjetas de crédito, las AFP, títulos de propiedad y un gran etcétera.

Muchas ofertas pueden generar polémica y parecería que AGP la busca. Los ataques interesados podrían hacerlo crecer y así validar su estrategia. Su lema: los peruanos primero. Y sus ejes la inversión y el crecimiento apoyando la minería junto a la prioridad de desterrar la pobreza, vergüenza de nuestra sociedad. ¿Le alcanzará la ilusión y la persuasión para ganar los votos necesarios? ¿Será realidad la alianza APRA-PPC? ¿Su oferta electoral será plasmada con cuadros socialcristianos para reeditar la concertación chilena? AGP apuesta por el gobierno nacional con la blanquirroja unitaria, por desapristizar la campaña y conectar con todos los peruanos para crecer y desarrollar. Para ello recupera el espacio socialdemócrata y busca un centro electoral que podría convertirse en un gobierno de centro en el cual el shock social pueda ocupar su lugar junto al shock ético que convoque un frente nacional. ¿Lo veremos?

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