El chavismo que tiene el rostro de impresentables como Nicolás Maduro y Diosdado Cabello atraviesa su hora más crítica no solo porque una considerable fuerza naval de los Estados Unidos se encuentra en medio del Caribe presionando a la cúpula a que deje el poder usurpado, bajo amenaza de un desembarco de tropas o un mortífero ataque aéreo, sino también por la exposición que está teniendo en el mundo la criminal dictadura por la entrega del Premio Nobel de la Paz a la opositora María Corina Machado.
Hace pocas horas el presidente estadounidense Donald Trump ha dicho que Maduro “está con las días contados”, y puede que sea cierto. Washington ha movido toda una flota que cuesta millones de millones de dólares por el solo hecho de estar fuera de su base de origen. Incluso ha desplazado al Gerald R. Ford, el portaaviones más grande y poderoso del mundo. ¿Todo esto para interceptar lanchas con algunos kilos de cocaína?, ¿todo esto solo para asustar al dictador de un país empobrecido?
Pero por ahora el golpe más duro ha venido por la accidentada entrega del Nobel de la Paz a la opositora Machado, quien vive desde hace meses en la clandestinidad por ser una perseguida por la tiranía, tanto así que ha tenido serias dificultades para llegar a Oslo. Al cierre de estas líneas, aún no llegaba. Los ojos del mundo están puestos en esta señora a la que incluso se le impidió ser candidata presidencial en los comicios del año pasado, que fueron ganados por Edmundo González.
Es de esperarse que el fin de la dictadura chavista esté cerca para bien de Venezuela, de Latinoamérica y del mundo entero, que desde hace 25 años es testigo de lo que ocurre en ese país caribeño tomado por un grupo de delincuentes, incluso con cargos de narcotráfico en Estados Unidos, que se escudan en medios fraudulentos y “opinólogos” capaces de defender lo indefendible por un plato de lentejas, una bolsa de arroz o una casa entregada por el Estado. De esa vergüenza ya no podrán regresar.
Mientras tanto, acá en el Perú, en la izquierda que se dice democrática y defensora de los derechos humanos, y que usa las elecciones para llegar al poder, están rabiando por la crisis en que se encuentran sus ídolos Maduro y Cabello, sus ejemplos a seguir, sus “luchadores sociales” a los que quisieran ver eternamente al mando de un país que no aguanta más, al extremo que casi 10 millones de sus habitantes han preferido salir a mendigar comida en Perú, Ecuador y Chile con sus hijos en brazos.




