Otra muestra de la deslegitimación del gobierno de Pedro Castillo es el rechazo que tiene en las regiones. No solo lo vemos en las encuestas (77% lo desaprueba en el centro del país y 53% en el sur, según el último sondeo de Ipsos) sino también en calles y plazas de interior del país. La pérdida de respaldo en lugares que el jefe de Estado tenía amplio apoyo popular es una evidencia que el Ejecutivo se está quedando solo.

En medio de su desesperación en busca de la estabilidad, el gobierno insiste en concretar un Acuerdo Nacional. El problema es que más que el fruto de una negociación en búsqueda de consensos, se ve como un imperativo ante la coyuntura adversa de esta gestión de Perú Libre.

Mientras tanto, los precios de combustibles y alimentos de primera necesidad no bajan y los más golpeados son los segmentos de la población más relegados, cuya mayoría está en el Perú profundo. Si a ello agregamos la impunidad que gozan autoridades que son investigadas por corrupción, como el alcalde de Huancayo, quien ha sido sindicado como cabecilla de “Los Tiranos del Centro” y quedó libre, el malestar de la gente se acrecienta.

Frente a este panorama, el gobierno no tiene capacidad de reacción. Su actuar está bastante lejos de la condición de urgencia que le había atribuido entusiastamente Pedro Castillo cuando era candidato. Con ello, la decepción será un síntoma que afiebrará más el panorama nacional.