A Juan Carrasco Millones le llamaban el “José Domingo Pérez del norte”. El fiscal chiclayano había saltado a los titulares debido a que dirigió investigaciones de casos tan sonados como “La gran familia”, “Los Limpios de la corrupción” y “Los temerarios del crimen”, estos últimos con la implicancia de los exalcaldes de Chiclayo, Roberto Torres y David Cornejo, ambos llevados a prisión. Aún más, Carrasco Millones, como fiscal de crimen organizado, llevó a prisión preventiva al empresario y otrora titular de la Federación Peruana de Fútbol, Edwin Oviedo, a quien acusó del asesinato de un dirigente sindical.

Cuando en la absurda noche del 29 de julio la juramentación del gabinete se encontraba en suspenso, salpicó el nombre de Juan Carrasco Millones, e incluso apareció una imagen en la que se le apreciaba con su fajín. La noticia de que el fiscal contra el crimen organizado había asumido el Ministerio del Interior quedó opacada ante la incertidumbre de esa noche. Pero después saltó otra arista de la noticia: el flamante ministro no había renunciado a su cargo de fiscal, solo había pedido licencia. El asunto parecía complicado, a decir de los especialistas.

El lunes el ministro recién presentó su renuncia formal al cargo de fiscal, y por la noche hizo sus descargos en un programa de RPP. Juan Carrasco sostiene que no violó la norma y que no renunció antes porque su designación no estaba aún del todo definida. Desde el otro lado, algunos expertos legales indican que el ministro podría ser acusado constitucionalmente e, incluso, ser impedido de ocupar cargo alguno en diez años.

Sea como fuere, quien fuera una esperanza de lucha contra la corrupción y el crimen en el norte ha empezado su gestión como ministro con este lío moviéndole el piso. Quizás la decisión de asumir un ministerio lo deje sin “soga” y sin “cabra”. Una lástima si es así, pues su designación debe ser una de los pocas que hacen honor al mérito en este cuestionado gabinete.