“Se le presentó la virgen” solemos escuchar cuando alguien accede a una oportunidad única que bien merecería otra persona con eventuales mejores cualidades para la obtención de un cometido o bien común. Hay quienes aprovechan la ocasión al máximo y dan el salto mayor hacia la eficiencia, para sorpresa de tirios y troyanos. Y, por supuesto, no faltan los que resultan un fiasco completo y todo lo echan a perder, con la desazón que eso acarrea máxime si se trata de una autoridad.

Pruebas al canto. “Chicho” Salas andaba medio escondido entre los recovecos de Alianza Lima y asomaba la nariz para contingencias específicas. Hasta que cierto día “se le presentó la virgen” con la salida de Carlos Bustos, se puso el buzo blanquiazul y no se lo quitará por lo menos hasta el 2023 luego de haber logrado el título de la Liga 1 con números realmente asombrosos. El “Hombrecito” dio la talla desde el primer entrenamiento y le ganó la pulseada al recorrido Pablo Lavallén, DT de Melgar.

La antítesis, sin que esto implique la contaminación del fútbol con el hedor que expele la política, la configura don Pedro Castillo Terrones, quien, casi sin saber leer ni escribir, accedió a la presidencia de la República y hoy todos padecemos la resultante de tamaño pecado en las ánforas, fruto de ese prurito macabro que nos persigue de elegir al mal mayor, tanto así que hasta le niegan los permisos para salir del país por miedo a que diga cualquier pachotada.

Otras veces hemos escuchado que “Dios es peruano” para valorar la suerte que nos acompañó ante alguna adversidad, como bien describe Martha Hildebrandt. Bueno, pues, necesitamos con mayor continuidad la mano divina porque el pueblo ya se cansó de los ateísmos políticos y los fariseos que se alimentan de la corrupción.