“En el Perú hemos tenido ejemplos demasiado frecuentes de individualismo. Los casos de Agustín Gamarra, Ramón Castilla, Nicolás de Piérola, Andrés Avelino Cáceres, Augusto B. Leguía y Luis Miguel Sánchez Cerro por una parte, y el de Víctor Raúl Haya de la Torre por la otra, han recibido su prueba de fuego en virtud de una sola circunstancia: su duración. Todos los movimientos de la primera serie desaparecieron con la ausencia de sus progenitores”, decía el escritor y político aprista Luis Alberto Sánchez (LAS). Si a ellos le agregamos a Manuel A. Odría y Juan Velasco Alvarado, entre otros, lo dicho por el también historiador es contundente.

Los partidos de estos personajes han tenido una forma de construcción de lo político en base a lo individual. Cuando estos han desaparecido sus agrupaciones han ingresado a una fase de desintegración rápida. Por ello, LAS precisaba que en el Perú “hemos tenido ejemplos demasiado frecuentes de individualism. o (...) esto nos debe hacer pensar en la necesidad de cambiar nuestros amores a individuos políticos por lealtades nacionales”.

Lo del fujimorismo va por el mismo camino. Fallecido su líder Alberto Fujimori, todo indica que su movimiento irá rumbo a la desintegración. Recuerden que un gran número de peruanos, principalmente del interior del país, votaron masivamente por su hija Keiko por gratitud al “Chino” y por el anhelo de verlo libre.

Otros que también quedarán descolocados son los “antifujimoristas”, aquellos que anteponían sus odios a personas y no a planes. Como decía Luis Jaime Cisneros en una entrevista en 1988: “La oposición en el Perú es a una persona (Alberto Fujimori), no a un programa. Y en virtud a eso quieren arreglar todo”.

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