“Tanta sordera hará que la gente se levante y saque a Dina Boluarte de Palacio”. “Si no escuchan ni responden que se vayan todos” estas son dos frases de manifestantes del paro nacional de este jueves pasado. Palabras que denotan desesperación y drama ante la desprotección por la extorsión y el sicariato que viene asesinando a trabajadores y sus familias. El reclamo indignado se justifica lo que no se entiende es la ausencia de respuesta de las autoridades que no toman conciencia de la urgencia de la situación que fácilmente puede pasar al pedido de que se vayan todos. La ciudadanía debe tener influencia en las decisiones políticas, sociales o económicas. Su arma es la movilización y la protesta que puede ser pacífica pero también llegar fácilmente a la violencia ante la sordera oficial. Históricamente la movilización ha sido crucial en las luchas laborales, por los derechos civiles o contra la corrupción. Las calles son un espacio de resistencia. En el Perú tuvimos las protestas contra Alberto Fujimori en el 2000, miles vinieron de todo el país a la Marcha de los Cuatro Suyos que aceleró la caída de uno de los gobernantes más poderosos de la etapa republicana. Boluarte parece desdeñar este poder y espera la reunión de la APEC con la presencia de los más importantes políticos del mundo, y lo hace con la misma ceguera. Un error que podría definir su destino y el de su precario gobierno. El mismo que no debería olvidar que la defensa de la vida propia y la de las personas que uno quiere es el reclamo extremo y el más atendible en toda sociedad que se pretenda organizada. Necesitan audífonos.

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