Ayer se cumplieron tres años de uno de los hechos más infames de nuestra historia reciente: el intento de golpe de Estado del entonces presidente Pedro Castillo, quien junto a una gavilla de petarderos de la democracia que ya cuentan con condena en primera instancia, trataron de quebrar el orden constitucional en un hecho vergonzoso que naufragó solo porque las instituciones cerraron filas y se pusieron el lado de la legalidad, lo que impidió que nos hayamos convertido en una tiranía nauseabunda.
Basta recordar el mediodía del 7 de diciembre de 2022, cuando a los pocos minutos de leída la proclama golpista desde el Despacho Presidencial y por la señal de la televisora estatal, todas las instituciones comenzaron a expresar su rechazo a las medidas anunciadas por Castillo, quien incluso se quedó sin ministros en un instante. Hasta los más ayayeros como Alejandro Salas, hoy escudero de otro delincuente como Martín Vizcarra, dijeron “no” a semejante atropello al orden constitucional y la legalidad.
Pero entre todas las instituciones que se pusieron del lado de la Carta Magna, es bueno mencionar a la Policía Nacional, sí, a la que tanto se critica y muchas veces con justa razón. Sin embargo, ese oscuro día para el Perú tuvo un desempeño impecable al haber reaccionado de inmediato en medio de tanta confusión, para arrestar al cabecilla del golpe, quien como un vil cobarde ya estaba en camino a la Embajada de México para esconderse debajo de una cama en condición de “asilado”.
De no haber tenido a generales y coroneles de la PNP que actuaron de acuerdo al juramento que hicieron al momento de graduarse como oficiales y recibir su espada de mando, Castillo estaría hoy en México disfrutando de la protección de un país que por culpa de sus dos últimos gobiernos se ha convertido en un vertedero de golpistas y rateros de la región; y de paso burlándose de todos los peruanos a los que intentó someternos con la dictadura que pretendió instaurar.
Lamentablemente, hay mucha gente que se ha dejado engañar por quienes defienden al golpista condenado en primera instancia a 11 años de cárcel. Son los que repiten el absurdo de que Castillo no dio el golpe de estado que todos vimos, sino que se lo dieron a él. Sí, a veces en nuestro Perú el cinismo y la cara dura de mucha gente pueden hacernos ver como un país surrealista, donde buscan hacernos creer que la nieve del Huascarán es negra y el petróleo que sale del subsuelo de Talara es blanco.




