El BAP Unión y la Marina de Guerra del Perú están de duelo. Hace unos pocos días ha fallecido el capitán de navío Gianfranco Polar Figari (1968-2025), el primer comandante de nuestro buque escuela a vela, el mejor de su clase en el mundo, el mismo que, pese a los pocos años de surcar los mares, ya es dueño de un enorme prestigio internacional y de una mística admirable que Polar con su profesionalismo, bien supo impregnarles a sus cubiertas, arboladuras y al velamen que, al desplegarse, majestuoso, desafía los más duros rigores que imponen los vientos recios.

Hace casi 25 años, siendo teniente primero, serví con el entonces capitán de corbeta Polar en el mismo comando operativo. Compartimos muchas horas en la mar en entrenamientos operacionales. De ahí que sepa bien que fue un marino de los buenos, distante sideral de los aburguesados y de las veletas. Admiré en él su carácter, su resolución y su cariño sincero por la institución. Fue un tipo valiente que defendía sus posiciones con entendimiento y con vehemencia. De casta le venía el galgo: hijo, nieto y hermano de distinguidos almirantes.

Desde muy joven bregó al interior de la Marina de Guerra por la necesidad de contar con un buque escuela a vela, retomando lo que varias décadas atrás habían impulsado antiguos marinos, como el capitán de fragata Luis Felipe Villena Gutiérrez, quien tanto abogó por esa causa. El BAP Unión se hizo realidad como parte del impulso modernizador que le dio a la institución la gestión del almirante Carlos Tejada como comandante general.

Retirado del servicio activo, Polar vivía lejos del país con su familia, siendo parte de esa Marina espiritual que no se deja nunca. Su segundo comandante y su dotación le han dedicado una memorable carta de despedida como postrero homenaje. Recojo algunas palabras: “usted nos enseñó con su ejemplo y comportamiento diario, que la institución está por sobre cualquier interés personal y que debemos luchar por lo que realmente creemos, queremos y nos apasiona. La Marina –y el país, añadiría yo– le debe a usted y a su incansable vehemencia, tener el mejor buque escuela del mundo, un coloso de toneladas de acero al que usted le dio vida, le imprimió su espíritu y su coraje e hizo de él, el mejor centro de formación de las futuras generaciones de marinos y un extraordinario instrumento diplomático del estado peruano. La historia lo recordará y le agradecerá eternamente por ello”.

Lamento profundamente su prematuro zarpe a los infinitos océanos de estrellas y astros inconmensurables, que ahora surca con su padre y abuelo, intrépidos capitanes dei mari tempestosi. Ya no se tallan maderas así en estos tiempos. Paz en su última morada y consuelo a los suyos.