El adjetivo “desleal” se utiliza para calificar a aquellas personas que no cumplen con su palabra, compromiso u oferta efectuada ante terceros; que son ingratos; que actúan sin respetar los criterios del honor y la fidelidad, y que no respetan el trato honesto en reciprocidad.

La lealtad (¡qué duda cabe!) es una gran virtud, sinónimo de nobleza, rectitud, honradez y un sinfín de otros valores morales que permiten desarrollar relaciones sociales basadas en vínculos de confianza y que generan sentimientos de respeto entre los seres humanos. Consiste, básicamente, en no dar nunca la espalda a determinada persona o grupos de personas con quienes nos une algún tipo de relación o compromiso puntual. Cuando los seres humanos nos “comprometemos”, el acto de ser “leal” se convierte no solo en un gesto social, sino en un profundo compromiso hacia el bienestar de los demás, e implica cumplir cabal y conscientemente con aquello con lo que nos comprometemos, aun frente a circunstancias que puedan resultar adversas o imprevistas. La lealtad no depende nunca de las circunstancias, depende de los valores de cada quién. La lealtad no se construye con silencios y distancias sino con comunicación, con cercanía y con reciprocidad.

En nuestra sociedad, cuando uno recibe el respaldo desinteresado, comprometido y colectivo de terceros hacia una finalidad política, social o de cualquier otra índole, se crea un vínculo indisoluble que debe ser sostenido por el valor de la gratitud y la lealtad, pero una lealtad de “ida y vuelta”, es decir, lealtad del que recibe y lealtad del que da. “La lealtad es un regalo muy caro que no puede esperarse de gente barata”, reza un sabio refrán. Por ello, recibir apoyo y compromiso desinteresado de terceros para un proyecto específico y ante cualquier eventualidad o imprevisto, abandonarlos a su suerte, dejarlos en el limbo, sin mediar explicación y sin que haya intención de subsanar esta conducta, constituye una ingratitud y denota egoísmo puro y afán de favorecer intereses propios, despreciando el de los demás.  Flaco favor el que se hacen quienes actúan de esta manera, pues ni el dinero, ni la posición social, ni las relaciones de poder, borraran jamás esta “descubierta” esencia real.