Dos buenas noticias para el Perú llegan desde el exterior, las cuales nos hacen ver que como país estamos en el lado correcto de la lucha por la defensa de la libertad y la democracia en momentos de crisis en que se exigen definiciones y posturas firmes: por un lado, la dictadura de Nicolás Maduro ha decidido romper relaciones diplomáticas con Lima; mientras que por otro la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, ha optado por no invitar a su toma de mando a las autoridades peruanas.

En el primer caso, debería tomarse como un honor y una condecoración que un régimen dictatorial, pestilente, asesino, ladrón y que ha sido capaz de levantarse en peso una elección ante los ojos del planeta entero, decida hacernos a un lado y no tener nexo diplomático con nosotros. Nos hacen un favor. Es como para ir sacando pecho por el mundo por el hecho de no ser queridos por seres monstruosos como Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, el gorila Vladimir Padrino y el pobre canciller Yván Gil.

Más bien, fue una ofensa que en el 2021, el gobierno de inepto y golpista Pedro Castillo haya decidido colocar nuevamente un embajador peruano en Venezuela a pesar de que la dictadura chavista ya mostraba sus feroces colmillos desde muchos años atrás. Hoy, con la crisis generada por el robo de las elecciones del domingo último, esta situación se ha corregido. Ningún gobierno que se estime y respete a sí mismo y a sus ciudadanos, puede caminar de la mano con el chavismo.

La otra buena noticia para el país y su política exterior llega desde Ciudad de México, pues la presidenta electa Sheinbaum, heredera del “legado” de su impresentable antecesor Andrés Manuel López Obrador (AMLO), no quiere saber nada con el Perú, al extremo que no invitará a representante alguno del gobierno a su toma de mando. En verdad no nos perdemos de nada. Si la señora sigue creyendo que Castillo es un “pobrecito” que fue víctima de un golpe de Estado de los “ricos y poderosos”, que celebre sola.

Si estamos fuera de la órbita de Caracas y Ciudad de México, es que vamos bien y que la política exterior está siendo bien manejada pese a las graves falencias que muestra el gobierno de Dina Boluarte en otros ámbitos y que en este espacio he criticado largamente. Ser socios de Maduro y AMLO estaba bien para los tiempos de Castillo y de Juan Silva, quien, a propósito, estaría escondido en Venezuela al amparo de la tiranía chavista, esa gran protectora de delincuentes que ahora se la da de ofendida. El mundo de cabeza.