La situación que vive hoy Venezuela, en que una dictadura que lleva 24 años en el poder se acaba de robar ante los ojos del mundo un proceso electoral, demuestra que librarse de una tiranía como la impuesta por el chavismo no es nada fácil y que no basta con “ponerse las zapatillas” y salir a marchar, o pedir a terceros países y organismos multilaterales xpresen su “enérgica condena” ante los crímenes, los abusos, el copamiento del Estado, la falta de libertades y la corrupción galopante.
Han pasado poco menos de dos meses de las elecciones fraudulentas que fueron ganadas por la oposición al chavismo putrefacto, pero Nicolás Maduro y su camarilla se han atribuido el triunfo y se alistan a seguir mandando en Venezuela hasta el 2031, mientras el verdadero ganador de los comicios, Edmundo González Urrutia, ha tenido que asilarse en España luego que la dictadura a través de sus jueces y fiscales títeres, dispusiera una orden de captura en su contra.
Por su parte, la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión Europea, Estados Unidos y diversos países como el Perú, han expresado su rechazo al proceso electoral a todas luces fraudulento. También los venezolanos han salido masivamente a las calles para rechazar el robo de las elecciones. Sin embargo, Maduro y su corte ni se despeinan. Con ellos no es, y ya se sienten muy seguros de empezar un nuevo mandato que quizá solo sea reconocido por gobiernos impresentables como los de Cuba, Nicaragua, Rusia e Irán.
Por el momento nada ni nadie es capaz de impedir que el chavismo actúe con total impunidad, al extremo que Maduro se da el lujo de hacer payasadas y burlarse en televisión de quienes con razón y justicia exigen su salida del poder, mientras en Venezuela la gente se muere de hambre y países cercanos como Colombia, Perú y Ecuador sigue recibiendo oleadas de migrantes que salen caminando con sus hijos en brazos y con la ropa que tienen puesta, buscando una mejor esperanza de vida.
Los aspirantes a dictadores llegan al poder por la vía de las urnas con la intención de quedarse eternamente por medio del cambio de Constitución, la trafa, la compra de votos a través del populismo barato y el desconocimiento de eso que el congresista procesado por terrorismo Guillermo Bermejo, llamó algún día “pelotudeces democráticas”. En 2022 tuvimos suerte de que comunista Pedro Castillo haya sido tan inepto, que quiso dar un golpe de Estado para acabar en media hora arrestado por su propia escolta, pero no siempre puede ser así.