No es la primera vez que escribo sobre el tema de la evaluación formativa. Pero en esta oportunidad para su mayor comprensión y valoración trataré de compararla con la tradicional evaluación sumativa o acumulativa que en muchos países comienza a dejarse de lado. Más aún cuando el Perú es pionero desde hace muchos años de esta reforma pedagógica, que he acompañado personalmente desde fines del siglo pasado.

El siguiente caso es real. En una ocasión una mamá se acercó a un docente y le preguntó: ¿Por qué mi hijo tiene 10 en matemática en este bimestre? A lo que el docente respondió con el registro en la mano: en tareas tiene 12, en participación oral 10, y en pruebas escritas 09. En total tiene 31 puntos, y si lo dividimos entre 3 su nota bimestral es10.3; es decir, está desaprobado con 10. Si hubiese sacado 10 en el rubro de pruebas escritas entonces tendría 10.6 (11) y estaría aprobado. Evidentemente no se están evaluando niveles en los logros de aprendizaje (competencias) sino una acumulación de calificativos obtenidos a través de diversos instrumentos de evaluación, donde la diferencia de 3 décimas hace la diferencia. Este es un ejemplo típico de una evaluación acumulativa o sumativa.

A diferencia de una evaluación formativa donde lo que interesa no son los guarismos: interesa saber si el alumno en el bimestre logra satisfactoriamente los aprendizajes (A), tiene logro destacado (AD), está progresando (B) o tiene dificultades (C). Es más, si se evalúa, por ejemplo: Comprende textos escritos en el área de Comunicación y en el último Bimestre logra (A), en un proceso de enseñanza-aprendizaje cualitativo, su calificativo será A. Este es un ejemplo de evaluación formativa por competencias que tiene en cuenta el proceso de aprendizaje del alumno de manera cualitativa y descriptiva.