Es muy saludable para la democracia y la imagen internacional del Perú la próxima llegada a Lima de Edmundo González Urrutia, el líder opositor venezolano que ganó las elecciones presidenciales de su país, pero que ha sido impedido de asumir el cargo que le corresponde debido a que su lugar sigue siendo usurpado por el dictador Nicolás Maduro, que se robó el resultado de los comicios y se ha atrincherado en el Palacio de Miraflores con el apoyo de unas fuerza de seguridad corruptas.
Lamentablemente, los esfuerzos de González Urrutia, María Corina Machado, todos los opositores venezolanos y la comunidad internacional, salvo algunos países con gobiernos apestados, no han sido suficientes hasta ahora para erradicar el putrefacto régimen chavista que actúa con total impunidad y descaro, ya sin preocuparse al menos por guardar las apariencias democráticas como hacían antes Maduro, el rabioso Diosdado Cabello y otros delincuentes que se sienten muy seguros en el poder.
La visita a Lima de González Urrutia, más allá de significar un respaldo a los esfuerzos que hace la oposición al chavismo criminal que no ha dudado en secuestrar al yerno del presidente electo delante de sus nietos menores de edad, y en hostilizar a la madre anciana y enferma de la señora Machado, coloca al Perú en el radar de los países democráticos de la región, lejos de la “neutralidad” cómplice de Colombia, México y Brasil.
A las tiranías, sean de izquierda, de derecha o de lo que sean, hay que combatirlas con total firmeza. No puede haber doble rasero como el de aquellos que cuestionan los excesos y delitos del fujimorismo, pero botan lágrimas de emoción al recordar al general Juan Velasco o desde el Congreso exigen la libertad del golpista Pedro Castillo. Eso es tan “congruente” como alabar a la tiranía cubana y ser parte de un partido de izquierda, y al mismo tiempo tener casas y empresas en California.
Los únicos que deben estar inquietos con la visita de González Urrutia prevista para este miércoles 29, son los izquierdistas locales, esos que viven en una realidad paralela y cínica como para afirmar que en el Perú de Dina Boluarte se vive una dictadura, y que en la Venezuela sometida desde hace 25 años a las botas del chavismo, reina la libertad y la democracia. Alucinante que con semejante distorsión en la cabeza, sean capaces de pedir el voto de los peruanos para ser gobierno. ¿Por qué mejor no se van a ser felices en Caracas, La Habana, Managua u otro “paraíso socialista”?