Nuevamente la Policía Nacional ha sido avasallada por el presidente Pedro Castillo. La institución que quedó por los suelos luego que uno de sus agentes atara los zapatos al mandatario con seis investigaciones por corrupción, ha sido descabezada por el jefe de Estado. Ha cambiado al comandante general, al jefe de Estado mayor y al inspector general.
Precisamente, días antes el presidente Castillo presentó un surrealista pedido a Inspectoría General de la PNP para que bote de la institución al coronel PNP Harvey Colchado luego que por orden del Poder Judicial ingresara a Palacio de Gobierno para detener a Yenifer Paredes, la hija-cuñada del mandatario por los presuntos delitos que le atribuye el Ministerio Público.
Habrá que estar muy atentos al rol que tendrá el nuevo inspector general ante el pedido de un mandatario que en su desesperación, quizá sabiendo que acabará en la cárcel tarde o temprano, no ha dudado en usar su condición de gobernante para mover fichas en el Estado de acuerdo a su conveniencia y la de su familia metida en serios problemas penales.
Pero más allá de eso, que es inaceptable, lo que estamos viendo en el país es que el presidente Castillo, con total desparpajo y ante la pasividad del Congreso y la opinión pública, está haciendo lo que le da la gana para blindarse. Su única “gestión” por el Perú es protegerse y salir bien librado de las graves denuncias que pesan en su contra. Una vergüenza.