Como si en sus palabras estuviera perfectamente dosificado el veneno, el periodista César Hildebrandt inició y culminó la entrevista que le realizó a la presidente del Tribunal Constitucional, Luz Pacheco, -magistrada de la respetable institución que tiene por objetivo interpretar coherentemente la normativa constitucional- con preguntas malintencionadas y aseveraciones inexactas, intentando invalidar y hacer sospechosa su argumentación jurídica por su marcada posición conservadora, su catolicismo y en concreto su cercanía al Opus Dei. Guiado por una tendencia irresistible a maltratar a los entrevistados que no coinciden ideológicamente con él, pero mostrándose amable y dulce como abeja melífera con aquellos que no lo contradicen, el señor Hildebrandt buscó desesperadamente asociar a la doctora Pacheco con el fujimorismo y un supuesto fundamentalismo religioso. Mientras que él lanzaba dardos emponzoñados con el propósito de desequilibrar e irritar, la doctora Pacheco, en cambio, se mostraba en todo momento imperturbable y contraargumentando con lenguaje trasparente y vigoroso. No es irrazonable sostener que el odio puede haber modificado las facciones del señor Hildebrandt; odio obsesivo antifujimorista que es el fundamento de sus análisis políticos. En el señor Hildebrandt hay una ligera y casi imperceptible asimetría facial, así como en Edgar Allan Poe, pero es la única coincidencia con él, pues la genialidad de la escritura está solo en Poe. Si sigue ocultando la verdad y deformando la realidad, el señor Hildebrandt terminará deformándose como el doctor de la película El hombre y la bestia (1941) de Victor Fleming.