Hosso, salir de casa
Hosso, salir de casa

Por Javier masías @omnivorusq

En una ciudad gastronómica, salir de casa es una oportunidad para constantes aventuras. Un cambio de carta, una propuesta novedosa o un restaurante que abre en el barrio se convierten en el pretexto para el descubrimiento de nuevos e insospechados sabores.

Y cuando el barrio es pequeño, la noticia suele ser grande. Todo el mundo habló de Burrito Bar cuando abrió sus puertas en Barranco. También de Wingman, en la misma calle. Ocurrió igual con Barra 55 a la vuelta de la esquina, con Blu al lado y la Crem de la Crem frente a la plaza. Ahora hablan de Hosso, un establecimiento que ofrece sushi y cocina nikkei en un barrio en el que no hay ninguno.

Ante nuestro poco interés en probar makis -pensamos que sería aburrido porque casi todos tienen palta y los que no, queso Filadelfia- el mesero nos recomendó varios piqueos, casi todos nikkei. Empezamos con unos maduritos a lo geisha, plátanos con queso y cecina (S/.24) que no sabían mal, pero eran blandengues y poco interesantes. La denominación “geisha” se debía al toque de togarashi y a la presencia de tofu, imperceptible por los quesos andino y parmesano que lo tapaban todo.

Siguieron unas brochetas de la jungla, con cecina, chorizo, pimiento y cebolla ensartadas en un palillo y bañadas en teriyaki (S/.25). Tampoco sabían mal, pero no tenían mayor gracia. Un tercer piqueo, llamado “El barranquino” (S/.25), ofrecía salmón sellado sobre una cama de puré de camote y un toque de wasabi, con chalaquita de cocona. El salmón estaba recocido, el camote parecía diluido y la chalaquita -una invención interesante por la presencia de holantao- hacía lo posible por ponerle algo de alegría a este paisaje fúnebre. Luego, un enrollado frito en masa de tempura de salmón, plátano, queso crema y pulpa de cangrejo (S/.28), tan confuso como suena. Se llamaba tempura tropical, sospecho que porque buscaba ser un ejemplo de los riesgos de la tropicalización de ciertas tradiciones foráneas cuando se hacen sin tino ni gusto. En fin, pensé, ojalá nos vaya mejor con los fondos.

“El samurái” es un plato de fideos soba a la huancaína con langostinos al sake (S/.32). Nunca lo pida. No solo llega frío sino que la pasta es mala, la salsa es insulsa y los langostinos están sobre cocidos. Mucho mejor estaba un arroz yakimeshi de pescados y mariscos con vegetales salteados (S/.28). La presentación es simpática, pero perjudica al plato. Como el arroz está montado sobre una tortilla en una plancha de hierro caliente, la tortilla llega muy seca, cuando podría llegar cremosa.

A pesar de que no he comido bien hasta ahora, pienso que quizá en algunos casos no son malas ideas, sino solo mal producto o mala ejecución. Miro la carta y me pregunto si debería pedir algo más. Quinua zen. Jujitsu. Aeroponja. Yakimeshi de la selva. Pensando en mi almuerzo sospecho que esos nombres japoneses también quedan sobrando. Es como si lo que se quisiera es decirle a la gente que va a comer algo diferente cuando se está sirviendo casi lo mismo que podrían hacerse en sus propias cocinas: tallarines con huancaína, cecina y chorizo a la parrilla, salmón frito con puré de camote, y plátanos asados con queso. Estoy seguro de que si lo hicieran, comerían mejor de lo que acabo de comer yo. Hay días en los que no hay por qué salir, en que conviene quedarse y cocinar en casa.

Hosso

Malecón Castilla 111, Barranco. Cruce con Pedro de Osma. Teléfono: 496-5838. De lunes a domingo, almuerzo y cena. Domingo cierra a las 08:00 p.m.