El Estado tiene la misión fundamental de proporcionar a sus ciudadanos las herramientas necesarias y oportunidades para desarrollar la vida que desean. Para cumplirlo, se organiza mediante una estructura compleja conocida como “administración pública”, que debería ser dirigida por personas altamente capacitadas, aunque, muchas veces, se ha convertido en blanco de críticas.
Para contar con personal preparado, se han creado diversos tipos de cargos dentro del servicio público, destacando entre ellos el cargo de confianza, designado libremente por la autoridad competente, sin necesidad de pasar por exámenes técnicos, siempre que cumplan algunos requisitos formales.
A su vez, la rotación frecuente de funcionarios de confianza genera interrogantes y tiene alto impacto sobre la efectividad de la administración pública.
Por ello, quienes aspiren a gobernar nuestro país deben evaluar cuidadosamente los cargos de confianza necesarios y asegurarse de contar con personas íntegras y capacitadas para ocuparlos. Implementar filtros adicionales, como exámenes psicológicos, pasantías y hasta el uso del polígrafo, es una forma de garantizar la idoneidad de estos funcionarios para evitar cuestionamientos de corrupción.
De igual modo, para garantizar el éxito de los empleados de confianza es esencial que las autoridades les otorguen respeto y libertad, sin presiones indebidas ni exigencias de contratar a personas no capacitadas, pues la confianza en la administración estatal se fundamenta en el compromiso con el bienestar de la nación, no en intereses personales.
Finalmente -y no menos importante-, los aspirantes a la presidencia deben eliminar prácticas egocéntricas y de defensa personal, como la exhibición de fotografías del presidente en los despachos públicos. En su lugar, debería prevalecer una imagen que represente al Perú y su gente, recordando que el verdadero compromiso es con los peruanos.