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El gobierno de Pedro Pablo Kuczynski ha cerrado filas en defensa de uno de sus ministros estrellas, Jaime Saavedra, titular de Educación, sobre quien apuntan los dardos de la oposición -sobre todo de la alianza FP-APRA- para el supuesto negado de hacerle pagar el patrocinio a la Ley Universitaria, que, hay que decirlo, pisó terreno minado de intereses particulares.

Lo que se viene el 7 de diciembre es la interpelación a Saavedra en el Congreso -dizque por la demora en la organización de los Juegos Panamericanos y supuestas irregularidades en la compra de computadoras- y todo hace suponer que la bancada mayoritaria, liderada por Keiko Fujimori, impondrá su fuerza para, junto a sus aliados de curul, poner en aprietos al mandamás del Minedu. ¿Qué pasará entonces?

Aquí el terreno empezaría a ponerse pantanoso y de un riego democrático latente. Abreviando: si de la interpelación se salta a la censura y esta última prospera tras el debate respectivo en el pleno, el último recurso del Ejecutivo tendría que ser la cuestión de confianza -antes o después de presentada la moción de censura-. Y el camino seguirá poniéndose más fangoso porque estaría abierta la posibilidad de que el Parlamento niegue el pedido del Gobierno y, entonces, el gabinete en pleno habrá de renunciar. Suena tedioso, pero es así. Frente a este panorama, Jaime Saavedra bien podría pasar a otra cartera ministerial. El escalafón final sería que el Legislativo niegue otra vez la confianza al Consejo de Ministros y, entonces, sin vuelta que darle, el Presidente de la República podría disolver, sí, disolver, el Congreso. La verdad es que no estamos para estos vericuetos.