La temporada de lluvias en el sur fue corta, sin embargo, los daños dejados son considerables en localidades de Arequipa, Moquegua, Tacna, Puno y Cusco. La cifra de fallecidos supera las 20 y, al menos, otros 15 están desaparecidos. Decenas de familias perdieron viviendas y varios negocios quedaron arrasados por la furia de la naturaleza. Varios distritos están en emergencia.

Queda en el recuerdo el aluvión caído en Santa Teresa, Cusco, y que generó un huaico destructor y asesino. A su paso dejó muerte, desolación y ruinas.

Tacna, la noche del 21 de febrero, vivió una pesadilla, cuando varias zonas de la ciudad resultaban inundadas, agua y lodo destruían todo a su paso.

Arequipa en tres ocasiones soportó fuertes precipitaciones, como la de la noche del 19 de febrero que estuvo acompañada por una tormenta eléctrica que asustó a todos. Peor sería el 25 de febrero, cuando las torrenteras se activaron e ingresaron huaicos, causando desbordes en varias zonas de la ciudad.

Moquegua sufriría también, el miércoles 26, las calles eran verdaderos ríos y la situación empeoró en Samegua con la caída de un huaico.

Son algunos hechos trágicos provocados por las lluvias y de seguro continuarán.

Estas emergencias siempre nos llevan a la misma conclusión: irresponsabilidad e inoperancia de autoridades pasivas para prevenir tales situaciones, en especial cautelando el cauce de quebradas y que hoy están urbanizadas.

Falta mayor responsabilidad en los gobiernos de turno para actuar con firmeza en este tema y esperemos que recientes tragedias ayuden a replantear el rol de cada gobernante

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