El Estado israelí, fundado el 14 de mayo de 1948, presentado usualmente como “la única democracia de Oriente Próximo”, con su actual primer ministro, Benjamín Netanyahu, implementa una política de guerra empujando al mundo hacia una posible “tercera guerra mundial”.

Con el pretexto de un atentado terrorista del grupo islamita Hamas, el 7 de octubre del 2023 y la muerte de alrededor de 200 israelíes, desató una ofensiva bélica contra la Franja de Gaza, lo que derivó en genocidio, ocasionando la muerte de alrededor de 40,000 palestinos, 90,000 heridos, la mayoría personas inocentes, niños, mujeres, ancianos, médicos, periodistas, que no integran los grupos armados de resistencia.

Ha desarrollado una ofensiva contra el sur del Líbano, estado de 10,000 kilómetros cuadrados, dos veces Tumbes, algo más de la mitad de Tacna, y 5.5 millones de habitantes. Con el pretexto de combatir al grupo paramilitar Hezbolá, atacó indiscriminadamente a la población civil explotando beepers o buscapersonas, ocasionando cerca de 12 muertos y 3.000 heridos. Luego, provocaron la muerte de su líder Hasán Nasralá, con quien supuestamente buscaban dialogar.

La política exterior peruana solo ha callado en siete idiomas. Es preciso rechazar el belicismo de los “halcones” norteamericanos, impulsores de la venta y tráfico de armas, así como se necesita condenar el genocidio palestino. No hacerlo nos convierte en cómplices. La historia ha dado vuelta, quienes ayer fueron víctimas hoy, son victimarios. Desarrollar bases para la paz mundial requiere tolerancia y diálogo. No podemos buscar destruir a quienes no piensan como nosotros. En un mundo multipolar evidente, continuar políticas de bloqueo o mantener veto en organismos multilaterales son manotazos de ahogado de quienes pierden influencia en el mundo.

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