Mucho se han quejado desde el gobierno por las movilizaciones y paros anunciados para los días en que se lleva a cabo en Lima la cumbre de líderes del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC), al afirmar que con eso se atenta contra el avance y la buena imagen del país ante los ojos del mundo. Sin embargo, la suspensión de clases presenciales desde el lunes 11 de noviembre es un disparo a los pies y una patada contra la formación de niños y adolescentes.

Si bien ya había suspensión de clases y la mayoría de actividades desde el jueves 14 con motivo del encuentro internacional, lo cual puede ser necesario aunque cuestionable, ahora la medida se ha adelantado tres días por disposición del Poder Ejecutivo, lo que abarca las clases escolares que serán virtuales y a los servidores públicos que deberán hacer teletrabajo. En otras palabras, toda una semana con el país avanzando a media máquina en cuanto a labores y estudios.

Irónico que muchos de los líderes y las delegaciones que arribarán a Lima la próxima semana, vengan de países como los del sudeste asiático que para salir de economías paupérrimas y situaciones alarmantes de pobreza extrema, invirtieron en la educación de los ciudadanos hasta llegar a ser lo que hoy son, todo en menos de 60 años. En cambio, acá, por cualquier cosa a niños y jóvenes se les suspende las clases y se les envía a sus casas. ¿A dónde vamos a ir por este camino?

Además, la suspensión de clases escolares presenciales sin duda genera problemas en casa, como en la pandemia, pues en una economía 70% informal, los adultos deben salir a trabajar por más feriados que se hayan dispuesto por la cumbre internacional en Lima. Y ante eso, ¿con quién se quedan los niños? Parece que en Palacio de Gobierno y el Ministerio de Educación viven en una burbuja que les impide ver la realidad de lo que pasa en las calles y los hogares.

Si el gobierno de la presidenta Dina Boluarte y su ministro del Interior, Juan José Santiváñez, no está en condiciones de garantizar la seguridad de los escolares en días en que ni siquiera se han anunciado paralizaciones y marchas, como que sí ocurrirá a partir del jueves 14, mejor apaguemos todos la luz y vayámonos. ¿O es que hay alguna razón extrema que los peruanos no conocemos aún, que ha llevado a que se adopte esta medida que ha desatado una crítica casi unánime?