Mirando nuestra realidad llena de pugnas y polarizaciones, corresponde volver la mirada a la enorme figura del eximio pensador y erudito chiclayano, y eminente filósofo sanmarquino, José Antonio Russo Delgado (1917-1997), que el 27 de julio se cumplieron 25 años de su muerte. Los peruanos deberíamos consultarlo hoy más que nunca. Ejecutamos sin reflexión y así no podremos sacar adelante al Perú. Russo internaliza y enseña el valor de la verdad para la vida política y doméstica. Dedicó su versada pluma a relievar desde el análisis filosófico de conceptos profundos, el impacto que tiene en la sociedad humana decir siempre la verdad. Infaltable sabio nacional en la Serie “Los Clásicos Sanmarquinos”, su obra “La Ética en Demócrito” desnuda su profundo apego por los griegos presocráticos. Sus preferencias por Pitágoras, Jenófanes, Parménidas, Zenón, Meliso y Heráclito se explican por dilucidar el tema ético que hoy tanto se manosea y hasta desprecia políticamente. Quizás leyendo a José Russo habrían menos corruptos porque en la reflexión –que no la ejercitan los que tienen poder– podrían liberarse muchos de las cadenas de lo inmoral librándose de los laberintos de la debilidad humana. Russo fue profundo en esta temática y lo vimos en “El hombre y la pregunta por el ser” en que abordó las complejidades humanas en el estudio prolijo del polémico filósofo alemán Martin Heidegger. Hace poco años leí extasiado aquello que de Russo no había revisado en San Marcos durante mis clases del primer año de Derecho en que los cachimbos de los ochenta leímos y por completo, su afamada obra “Los Presocráticos”. En esta coyuntura, honor a Russo Delgado, profesor emérito sanmarquino, cuya filosofía tanto extrañamos.

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