Las primeras encuestas post primera vuelta han dibujado un panorama favorable a Pedro Castillo, hasta situarlo como favorito. Sin embargo, nada está cerrado porque tiene al fujimorismo al frente. Muchas veces, especialmente en los últimos años, a partir de las detenciones injustificadas a Keiko Fujimori, se ha dicho que los naranjas estaban acabados. Sin embargo, ella ha demostrado una capacidad de resiliencia impresionante. Cuando todos pensábamos que iba a optar por la seguridad de una vida familiar tranquila, decidió jugarse una vez más. Y cuando lo hizo, ni se esperaba que esta vez estuviera peleando la segunda vuelta. Pero no es menos cierto que tiene ante sí, a un candidato formidable. Seguro muy limitado como gobernante, Castillo es el aspirante ideal para captar votos en la actual coyuntura en que la gente está enojada y han emergido todas las frustraciones y carencias que hasta hace año y medio eran igual de visibles, pero aguantables. Nadie es más parecido a los marginados. Incluso alguien tan representativo del “peruano tipo” como César Acuña, palidece ante el profesor. No es buena idea subestimarlo.

Los primeros sondeos señalan también que el “apoyo” de Mario Vargas Llosa puede resultar “el abrazo del oso”. Arrejuntar alrededor de una foto hipotética a Keiko con Mario y los líderes de cuatro o cinco partidos más, puede revivir el fantasma del síndrome del “Fredemo 90” y posicionarla como “la candidata de la partidocracia”. Esto es, “la candidata del continuismo”. Sería un error fatal, porque precisamente ahora es cuando todos están enojados con el statu quo y claman por un cambio radical. Keiko debe transmitir que ella también se suma a ese clamor y que sabe en qué dirección encaminar ese cambio. Transmitirlo con fuerza y hasta con furia, con bronca. Y convencer que es superior a la dirección a la que nos quiere llevar Castillo y su proyecto marxista-leninista. Con la narrativa y la actitud adecuada a los tiempos, ella puede.