La invasión rusa a Ucrania ha generado una sorpresa esta semana; tras dos años y medio de haber comenzado, el ejército ucraniano ha hecho algo que los gobiernos aliados no le habían permitido y que ha evidenciado las debilidades de la estrategia de Vladimir Putin en el frente de batalla. Rusia está padeciendo de su propia medicina, las fuerzas ucranianas han incursionado en su territorio.

Mientras en el campo de batalla se libran los más fieros combates entre ambos ejércitos, en territorio ucraniano los rusos han buscado mantener su control sobre las regiones anexadas de Donbas, Jersón y Zaporiyia como trofeo para una futura negociación. No obstante, el ejército ucraniano, con sigilo, ha logrado más al norte incursionar con éxito en la región rusa de Kursk, lo que significa la primera invasión a territorio ruso después de 83 años, cuando lo intentaron los nazis con la operación Barbarroja.

Kursk es una región que cuenta con recursos valiosos, como una planta de energía nuclear y uno de los gasoductos rusos pasa por su territorio, sin lugar a dudas, trasladar el frente de batalla al territorio ruso no estaba en los cálculos de Putin, mostrando con ello que el ejército ruso no posee los hombres suficientes para mantener el control interno en el territorio. De este modo, pone a la ofensiva rusa en un dilema: trasladar o no tropas al norte, porque de hacerlo pondría en riesgo su posición en territorio ucraniano.

Si bien una de las condiciones de los aliados de Ucrania era no emplear el armamento donado en territorio ruso, dado el momento que se vive en el frente, dichas restricciones se han dilatado y Ucrania está empleando una nueva estrategia que, ojalá, le brinde los mejores resultados.