El argentino Ricardo Gareca ha realizado una mini gira junto a Edwin Oviedo, expresidente de la Federación Peruana de Fútbol, a propósito de los 5 años de la clasificación de Perú al mundial de Rusia 2018. Gareca ha dado una conferencia (no de prensa) en Chiclayo, en Trujillo y finalmente en Lima. Ha hablado sobre la experiencia vivida y que derivó en la tan esperada clasificación mundialista, 36 años después; sobre cómo funcionó la motivación de su equipo y cómo manejó la interna, entre otros asuntos que, en cierta forma, ya han sido contados en el libro “El camino a Rusia”, de Umberto Jara.
Además de Edwin Oviedo, Gareca ha estado acompañado en sus presentaciones del expreparador físico Néstor Bonillo, así como del exsecretario general de la FPF, Juan Matute. De modo que estas conferencias han tenido un espíritu de reivindicación e, incluso, diría, autobombo. Así, durante las dos horas de la charla uno escucha loas a la gestión de Edwin Oviedo, a las decisiones tomadas en el proceso, a la infraestructura desplegada. Si hasta resulta que los tres puntos que nos cayeron del cielo gracias al TAS fueron también parte de un esfuerzo probablemente “brillante” de estrategia legal.
Nadie puede negar los hechos: la gestión de Oviedo, es cierto, fue la que nos llevó a un mundial después de 36 años, y está bien que se celebre el logro. Sin embargo, llega un momento de la conferencia en que todos, hasta los periodistas presentes, se olvidan de que el expresidente de la FPF está siendo procesado por presunta asociación ilícita y, peor aún, por presunta responsabilidad en dos asesinatos. Es difícil dejar de pensar en que la gran popularidad de Gareca, a quien por supuesto el país le tiene mucha gratitud, sirve como una pastilla para el olvido, o como una pastilla para lavar la imagen de quien está hoy con comparecencia restringida.