Aunque para ser más precisos, Boris Johnson, hasta ayer ha sido el primer ministro del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte -se mantendrá en el cargo hasta el nombramiento de su sucesor-, pues su dimisión al más alto cargo político de ejercicio gubernamental -puro poder político- después de la reina Isabel II que es la jefa de Estado, se veía inexorable. Su caída libre por los reiterados errores políticos no pudo pasar por alto el reciente escándalo de conducta sexual entre sus más cercanos colaboradores en el partido Conservador y que a Johnson le imputan por no haberse desmarcado o si prefiere, por no haber adoptado una posición en equilibrio como era la esperada sobre todo en las entrañas de un partido precisamente alérgico a los escándalos que paulatinamente le fue quitando su apoyo hasta conminarlo a la renuncia. Pero la decisión del héroe del Brexit o de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, es decir, de apartarse de la jefatura del gobierno debe ser examinada. Es verdad de que se había aferrado al cargo y en ello no difiere de la conducta política de muchas autoridades relevantes de la política en América Latina pero también lo es que, una vez decidido en dar el paso al costado, no se desentiende de las responsabilidades que su cargo le exigía revelando la madurez y el temple político que poco se ve en los países de nuestra región. Ha permanecido en su alta membresía política por casi tres años pues los iba a cumplir el próximo 23 de julio. Aunque se demoró en la decisión creo que se muestra sensato con producir su apartamiento total y completo todavía en unas cuantas semanas más adelante. Una vez producida la caída de Theresa May y conseguir una victoria frente al ministro de Relaciones Exteriores Jeremy Hunt, Johnson debió esperar la formalidad que la historia del Reino Unido exige de sus políticos, para que pudiera contar con el nombramiento de la propia reina Isabel II, la única llamada por su prerrogativa como monarca para que pudiera concederle la aquiescencia para formar gobierno. En su momento fue víctima de la Covid-19, venía desgastado por los destapes de fiestas en la emblemática sede de Downing Street en tiempos inapropiados precisamente por la pandemia. Johnson se alejará a sus 58 años, quedándole un trecho político relevante por delante.

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