Hace una semana, en este mismo espacio, planteamos que era la hora de las capturas y destacamos el rol cada vez más preponderante y vital de la fiscal de la Nación, Liz Patricia Benavides. Dijimos que la máxima autoridad del MP debería apuntar al cogollo palaciego e ir sobre Lilia y Yenifer Paredes “teniendo en cuenta la proclividad al escape que caracteriza a esta nefasta familia”.
Ayer asistimos a este importante evento. Lo increíble es que este es solo un eslabón de la larga cadena de corrupción que enloda este régimen de truhanes que tiene la desfachatez de intentar permanecer en el poder. Por eso, tras este nuevo capítulo en el que la valentía de una fiscal se convierte en el único resquicio moral que sustenta la democracia, se hace aún más ruin y deplorable el papel abiertamente indecente de un grupo de congresistas que se han dedicado a blindar la gestión de Pedro Castillo y no nos referimos aquí solo a “Los Niños” o a aquellos que han canjeado su blindaje por un beneficio económico y son parte de esta red delincuencial.
Nos referimos específicamente a la ceguera de legisladores como Susel Paredes y Flor Pablo y a la totalidad de las propias bancadas de izquierda Perú Libre, Cambio Democrático, Perú Bicentenario, Bancada Magisterial y ahora Integridad y Desarrollo. Porque la ética no tiene ideología, ser cómplice de los rufianes es un juicio que quedará registrado en la historia. Serán, si mantienen su obtusa postura, los campanas de este asalto a mano armada y no habrá disquisición política que los salve.
No fueron elegidos para socavar la democracia, la integridad y los valores sino todo lo contrario; no les dieron el voto para dar vergüenza cada día rebatiendo las monumentales muestras de corrupción que minan el Estado y le hacen daño hasta a la propia salud mental del país. Ustedes, junto a Pedro Castillo y su red criminal, también tienen un lugar en el podio de la indignidad.