Cuando Daniel Salaverry renunció al Apra en un arranque de discordia con la dirigencia en Trujillo, era el político con más posibilidades de vencer al partido de César Acuña en las elecciones municipales. En el 2010 la reelección de Acuña como alcalde se dio con apenas poco margen de diferencia sobre Salaverry.

Fuera del partido aprista, Salaverry se aventuró a organizar su propio movimiento político para postular en las elecciones de 2014. Reunió incluso a algunos cuadros provenientes del Apra, entre otros independientes. La organización política fue un yoísmo: se llamaba DSV, como las iniciales de su nombre (Daniel Salaverry Villa) y la razón social de su entonces empresa constructora. Se trataba, pues, del movimiento político Democracia, Seguridad y Valores.

Pero la aventura a Salaverry le duró poco. Apenas meses. Dejó el proyecto político propio de lado y resultó anclando en Fuerza Popular, cuya lideresa Keiko Fujimori estaba en la cúspide de su popularidad y con opciones intactas de llegar a la presidencial. En las elecciones de 2014, entonces, Daniel Salaverry fue candidato a la alcaldía de Trujillo por segunda vez, ahora por Fuerza Popular. No le fue bien, sin embargo: el exaprista quedó en cuarto lugar en esa elección. Su apuesta por el fujimorismo no lo ayudó, sino que le redujo aún más las opciones. “El arrastre de Keiko no me sumó”, dijo en ese entonces.

Pero al menos en el año 2016 llegó al Congreso a través de Fuerza Popular.

En su actual campaña a la presidencia también hizo una apuesta que parecía audaz: llevar como cabeza de lista a Martín Vizcarra, que había salido de la presidencia con una altísima popularidad. El escándalo del “Vacunagate”, sin embargo, ha tirado abajo toda esa apuesta, y ahora la pregunta es si le alcanzará para pasar la valla.

Digamos que Salaverry ha tenido “mala suerte”. O será que eso pasa cuando actúas por mero oportunismo.