Tras el sonado ridículo de tres congresistas de izquierda que demostraron que están en la calle y que ni siquiera han leído la Constitución por la que han jurado como para saber qué funciones básicas cumplen el Banco Central de Reserva (BCR) y su presidente Julio Velarde, sería bueno preguntarnos qué clase de Carta Magna podría salir si vamos a tener de constituyentes a legisladores como los que han dado verdadera vergüenza e indignación a los peruanos que tenemos que pagarles su sueldo.

Lo señalo porque es precisamente la izquierda que tenemos, famosa por castillista, golpista, chavista, velasquista, arcaica y a veces hasta filosenderista, la que no deja de pedir una nueva Constitución, pese a que hace días tres de sus representantes en el Congreso Wilson Quispe (Juntos por el Perú – Voces del Pueblo), María Agüero (Perú Libre) y Alfredo Pariona (Bancada Socialista), nos dejaron en claro que de sus “ideas” y manos podría salir cualquier mamarracho populista y “hundepaís”.

Un comentario aparte merece el congresista Quispe, quien casi reclamó al titular del BCR por los bien merecidos 41 mil soles que cobra al mes. Debería saber este caballero que tiene como líderes de su bancada al antaurista Roberto Sánchez y al procesado por terrorismo Guillermo Bermejo, que el Estado y todos los peruanos gastamos más en pagarle a él y a sus asesores de medio pelo que le escribieron las barbaridades que dijo en la Comisión de Presupuesto, a cambio de no aportarle nada al país al que más bien están estafando.

El sueño de la izquierda es cambiar la Constitución para, entre otras barbaridades, poder meter la mano y reventar las arcas públicas, así como saquear al BCR como ya sucedió en el pasado con las consecuencias que todos conocemos porque las hemos sufrido. La actual Carta Magna lo impide y cualquiera que lo haga hasta podría acabar preso. Por eso insisten e insisten en la asamblea constituyente, algo que trató de hacer realidad Castillo hasta el instante mismo en que dio su golpe de Estado.

Ayer se cumplieron 56 años del golpe de Estado del general Juan Velasco, que nos llevó por la ruta del desastre económico por la aplicación de “políticas” como las que quisieran revivir aquellos que ni han leído la Constitución, pero que se la quieren traer abajo. Dicen que hay que derogarla porque se hizo en el gobierno de Alberto Fujimori, pero en verdad se la quieren tumbar porque tiene candados que impiden que nos lleven directamente por el camino de la izquierda hacia una realidad dantesca como la de Cuba, Venezuela o Nicaragua.