En 2006, la demanda de cambio social fue mayoritaria y la encarnaron en su versión radical Ollanta Humala y en la moderada responsable, Alan García, quien ganó la contienda por temor al chavismo.

La palabra “cambio” sigue convocando ilusiones y exigencias, pero -a pesar de la nube de candidatos- pocos se atreven a ir más allá de la mejora conservadora del modelo liberal que ha signado el posfujimorismo. La conflictividad social no amaina; por el contrario, los peores momentos de los gobernantes García y Humala los sufrieron por señaladas urgencias sociales desatendidas.

Y no será diferente para el que será elegido. Después de que la Gran Transformación pasó a ser la olvidada Hoja de Ruta, la mayoría de los candidatos se blindan con ambigüedades sin prometer demasiado ni comprometerse en exceso. Alan García, en su presentación en el estadio Chamochumbi, lanzó ofertas adecuadas a las demandas populares sectoriales; en amplia gama tocó desde la salud hasta las tarjetas de crédito, pasando por el canon comunal y las AFP con sus políticas abusivas. Sin duda puso la agenda del momento.

Ahora llega otro candidato con discurso certero para abordar el cambio. Alfredo Barnechea, aún perdido entre los pequeños, comienza a levantar perfil de la mano de la reforma del actual modelo, al que considera generador de desigualdad. Barnechea tiene claro que el crecimiento del país no puede anclarse solo en la venta de materias primas y que debe significar desarrollo para todos. Después de un viaje por todo el país, logró vencer las primarias de Acción Popular y, aunque tarde, comienza a divulgar eficazmente su proyecto político. Su exitoso periplo personal, de famoso periodista a funcionario internacional y a político vehemente, es una ventaja. Claridad y honestidad de alguien de reconocida capacidad intelectual que de seguro hablará fuerte en estos meses de ardorosa campaña.

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