El pasado martes 22 de octubre tuve la oportunidad de escuchar a Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, expresidente de Costa Rica (1998-2002), quien fue consultado sobre la fragmentación de los partidos políticos en el parlamento en varios países iberoamericanos. La pregunta destacaba la paradoja de países con más de 26 agrupaciones postulantes para una población de cinco millones de habitantes. Su respuesta fue rápida y sin rodeos: los presidencialismos no funcionan en un Congreso con representación multipartidista. La razón es que los parlamentos se eligen por votación independiente, a diferencia de los parlamentarismos donde el gobierno procede de la mayoría congresal electa por voto popular.

Debido a que los multipartidismos también complican los regímenes parlamentarios en la búsqueda de lograr consensos para formar gobierno, el pragmatismo anglosajón, tanto en los modelos presidenciales como parlamentarios, tiende hacia el bipartidismo, a pesar de la existencia de partidos menores. Este sistema de partidos aún transparenta claras mayorías al momento de votar y tomar decisiones.

Una visión ideológica puede expandir el contenido del principio de representación política a proyectos personalistas, de grupo o condición, cuando se trata de representar las diferentes ideas sobre cómo se pueden resolver las necesidades ciudadanas que atañen a la comunidad en su conjunto. En otras palabras, “los problemas y necesidades que competen a todos deben ser aprobados por las mayorías”. Para hacerlo realidad, será necesario encontrar un equilibrio en el ejercicio de la política, posiblemente limitando el número de partidos a un rango manejable, de acuerdo con la realidad de cada país.