Cuando no se logra el objetivo militar más importante es muy difícil sostener que no hubo derrota. La carga para Vladimir Putin de no poder ingresar en Kiev, la capital de Ucrania, lo va a dañar políticamente, tanto en el frente interno ruso donde sus opositores crecen confundidos con los ciudadanos que salen a las calles y que son sistemáticamente reprimidos por el régimen, como en la política internacional en cuyo ámbito las animadversiones hacia Putin siguen en franca expansión por diversas partes del globo.

En efecto, la invasión de Ucrania fue planeada por Moscú desde hace 8 años en que en acto marginal del derecho internacional, ingresaron en la estratégica península ucraniana de Crimea y terminaron anexándola, pues las guerras no se hacen en forma improvisada y que además se valen del pretexto como mejor palanca para efectivizarlas.

Esta es una razón lógica para sostener la fuerza de un inminente contexto muy malo para el presidente ruso que se había venido mostrando como un perfecto caudillo para su pueblo queriendo emular a la enorme figura de Pedro El Grande y buscando recuperar a la otrora geopolítica dominante en el mundo asiático de la posguerra de 1939, que significó la entonces Unión Soviética.

Así, luego de que más de 190 mil soldados rusos provistos de material bélico pesado cruzaran la frontera para llegar hasta Kiev creyendo que sería tomada en un santiamén, los ha llevado a estrellarse contra la pared. El tiempo fue pasando desde aquel 24 de febrero en que Putin ordenó la invasión de Ucrania configurando una violación de los principios de No intervención, No agresión y de Inviolabilidad de las fronteras nacionales, al despreciar el convencionalismo que son las reglas acordadas a través de tratados.

Han pasado 39 días de combates y la única verdad desde el realismo político es que Rusia no ha podido lograr su cometido. Los repliegues rusos de las últimas horas ordenados por Putin producen inevitablemente desconcierto en las propias tropas rusas que, conforme los usos y prácticas de la guerra, al no poder izar la bandera rusa en Kiev, no puede sostenerse que haya habido victoria. Para atenuar la afrenta Putin va a una mesa de negociaciones que la frustra deliberadamente y sin resultados y bombardea a las poblaciones civiles para presionar. ¡Putin, está desesperado!.