Hace poco el presidente Pedro Castillo fue a la playa a realizar ejercicios. Para muchos el problema fue la talla de su short. Para mí el problema es que no da la talla en el máximo cargo de la Nación.

El Gobierno es hoy un propalador de crisis y la única preocupación del Jefe de Estado parece ser cómo llegar al fin de su mandato sin importarle en qué condiciones. Sin embargo, este propósito tiene un límite: la realidad. El mandatario hace un esfuerzo supremo para mandar todo al carajo. El último escándalo sucedió por las reuniones clandestinas con personas que contratan con el Estado, amigos y ministros. Parecía un Ejecutivo paralelo en la casa de Breña. Esto, como mínimo debe ser investigado por el Ministerio Público.

Quizás por irregularidades como esta y falta de transparencia, la última encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), da cuenta que el 62% de peruanos cree que el actual Jefe de Estado no terminará su gestión. En tanto, un 31% estima que durará cinco años.

La situación es compleja para Castillo ya que hoy por hoy en el centro y sur del país, otrora bastiones del profesor, le han dado la espalda. Es lógico porque en la segunda vuelta del último proceso electoral, la gente se unió en torno a su candidatura, no porque coincidía ideológicamente o porque respaldaba su programa sino porque quería vencer a un adversario común. Esto se logró y hoy no hay más motivos para seguir apoyándolo.

Está claro que el presidente no tiene liderazgo ni capacidad para resolver los problemas de los peruanos. Si a esto sumamos que su honestidad y autoridad moral están en entredicho, la gobernabilidad pende de un hilo.

Esperemos que no culpe a los anteriores presidentes o al sistema de todo lo malo que pasa en su gestión. La ética que tanto pide en los demás, debe practicarla él. Como decía el filósofo español Fernando Savater: “La ética es la reflexión que cada sujeto hace sobre su libertad. Probablemente tenga una influencia o alcance social, pero la ética no es social sino personal”.