El presidente Pedro Castillo ha pretendido tomarle el pelo al Ministerio Público y de paso a todos los peruanos al afirmar que apenas se enteró que había posibles actos de corrupción en la licitación por el puente Tarata III, solicitó su renuncia el entonces ministro de Transportes y Comunicaciones y hoy prófugo Juan Silva, un personaje que al parecer sabe demasiado y que si abre la boca podría llevarse de encuentro al jefe de Estado.

Lo dicho por el mandatario no resiste el menos análisis, pues desde que estalló el escándalo del puente del Tarata III hasta que Silva dejó el cargo, transcurrieron casi tres meses. Entonces, es falso que el mandatario se haya deshecho en el acto de su ministro ya metido en problemas. ¿Por qué no lo saqué de inmediato? ¿Por qué lo mantuvo en tan alto cargo? ¿Por qué el profesor Castillo miente al Ministerio Público?

Cuando un presidente quiere sacar a un ministro por la razón que sea, lo puede hacer en minutos o segundos, sin más vuelta que darle. En el caso de Castillo, tardó casi tres meses en concretar la salida de este sujeto que solo dejó el cargo cuando era inminente su censura de parte del Congreso. Recordemos, solo como dato adicional, que al día siguiente que fue expectorado, Silva se fue a su casa al ritmo de mariachis.

Pero no ha sido el único cuento que ha armado el mandatario ante el Ministerio Público. Con total desparpajo el presidente Castillo ha dicho que desde que asumió el cargo dejó de ver a su sobrino Fray Vásquez –otro prófugo de la justicia–, quien según dijo, tras la campaña electoral volvió a su negocio de venta de comida en el Fundo Oquendo , Callao. Lo cierto es que este sujeto ha entrado una y otra vez a Palacio de Gobierno según registros oficiales.

El presidente Castillo miente ante las autoridades y los peruanos, y eso es inaceptable en un jefe de Estado, en quien personifica a la Nación. Esto debería ser suficiente para vacar al profesor por incapacidad moral para el ejercicio del cargo. Sin embargo, si este señor ya es una vergüenza, también lo es el Congreso que no reúne los 87 votos para echarlo y facilitar que la justicia haga su trabajo. ¿Qué más están esperando?