¿Qué significa que 13 de 25 regiones hayan gastado menos del 50% de su presupuesto? La respuesta es clara: tanto autoridades como sus funcionarios son malos, incluso para el ultraje de las arcas, si consideramos que la única manera de birlar los recursos es ejecutando obras de impacto.
Como las obras nunca llegan solas, parafraseando una frase bochornosa, se necesita contar con autoridades más competentes y servidores mejor preparados, un binomio que por ahora no funciona para cerrar las brechas de desigualdad, sobre todo en las regiones con carencias.
Por ejemplo, Huánuco y Cajamarca son dos regiones con un promedio del 40% de pobreza en su población, pero solo han gastado un 16,5% y 30,1%, respectivamente, de su presupuesto. Ya no son “mendigos sentados en un banco de oro”, son jumentos que estafan a su población.
Áncash, una región para el estudio antropológico, solo ha gastado el 30,4% de sus recursos. Un territorio rico por la minería y la pesca y, a la vez, desfalcado. Sus últimos tres gobernadores regionales están presos, tiene a exautoridades prófugas por corruptas, pero sus electores están en lo mismo.
Entonces, el desprecio por mejorarles la calidad de vida a quienes menos tienen comienza por aquellos que postulan a un cargo público sin tener la calidad de gestores, escogen a los funcionarios más rateros, se dejan tragar por la burocracia y dedican su tiempo a culpar a otros de sus desgracias.
Hace más de una década, las ineficientes autoridades acusaban falta de recursos para obras. Hoy dicen que para mejorar la ejecución del presupuesto no basta con la voluntad política o contar con buenos ejecutivos. La verdad es que siempre querrán ocultar sus incapacidades.