El presidente del BCR, Julio Velarde, la tiene clara: la expectativa de crecimiento de los empresarios es bastante mayor para el 2024, a comparación del presente año, razón que se centra, precisamente, en la política, más que en cualquier decisión de reforma de Estado. Si todo está calmado, si las protestas no vuelven al cauce del destrozo, pronto podremos volver a darle ese plus de oxígeno que requiere nuestra economía.
Para este año está estimado que haya un crecimiento económico que bordea el 3%, lo que se traduce en que no habrá una reducción de la extrema pobreza. Se requiere un desarrollo por encima del 4% para que más gente salga de la sobrevivencia, objetivo que se logra con las calles calmadas y ningún exabrupto político (caso Pedro Castillo). Esto último, sumado al proceso del COVID-19, nos ha pasado la factura.
Pese a todo, el sector empresarial es optimista para el próximo año, refiere Velarde. A esto se suman las opciones laborales, con un 8% de crecimiento por encima de 2019, algo que si bien no es lo óptimo, deja una estela de cambios positivos. Aquí la política debe liderar las negociaciones con el sector privado para fomentar la inversión con una reducción al endurecimiento de la estabilidad laboral, por ejemplo.
Hay una frase de Velarde que parece un consuelo de tontos: “no estamos tan mal frente a América Latina, solo que América Latina es un desastre”. Y en verdad es que ante naciones como Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina, a la que seguro se sumará Colombia -coincidentemente arrastrados por una política económica socialista estéril-, nuestro país se muestra sólido desde hace más de 25 años. Solo evitemos que esas piedras del camino sean lanzadas por nuestros connacionales.