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Hace dos días el presidente Martín Vizcarra llegó a Huancayo para entregar más de 3500 títulos de propiedad. Como todos los jefes de Estado, viajó de Lima a Jauja en avión. De esta forma, no pudo vivir en carne propia el caos de la Carretera Central. En Jauja se subió a un helicóptero y en poco tiempo arribó al estadio de la Universidad Nacional del Centro del Perú, ubicado en la zona de ingreso a Huancayo. A partir de allí, el jefe de Estado se enfrentó a una triste realidad. La vía principal que lo conduciría a La Incontrastable estaba destrozada. Sin mantenimiento, la avenida Mariscal Castilla daba vergüenza. Llena de huecos, perjudica no solo a los transportistas sino a la población en general.

Ante ese panorama, Vizcarra manifestó: “Con el alcalde provincial, hemos hecho el recorrido de ingreso a Huancayo por la avenida Mariscal Castilla. ¿Cómo puede una ciudad tan importante como Huancayo tener un ingreso con una avenida en ese estado? No es aceptable. Vamos a ejecutar el mejoramiento de esta vía. Es un compromiso asumido”.

Ha llegado el momento de que el presidente de la República se ponga a resolver los problemas del día a día de los peruanos. Ya no alcanza con enfrentarse a los congresistas para uso y beneficio de su propaganda política. Ahora la gente le exige que se involucre en los temas que afectan a los ciudadanos.

El reclamo de la población por la ineficacia del Estado se hace más insistente por estos días. Lo ocurrido en Huancayo es un claro ejemplo de lo que la gente padece en el Perú profundo. La promesa de solucionar este problema es un buen reflejo, pero lo que se espera es que sea más expeditivo y que cuanto antes se mejore el acceso a Huancayo.