Las elecciones regionales y municipales de hoy se presentan con singulares características.
En el contexto internacional, el surgimiento de una corriente antiprogresista global configura un panorama especial. La elección de Georgia Meloni como jefe del gobierno italiano, la decisión de Rusia de anexar territorios ucranianos o la remontada del presidente de Brasil Jair Bolsonaro frente a su contendor, el izquierdista y expresidente Lula Da Silva, nos hacen reflexionar sobre algo que está por venir.
Localmente, entramos a la definición de un proceso electoral, con serios cuestionamientos de credibilidad, transparencia e imparcialidad de las autoridades de nuestro Sistema Nacional Electoral que se resisten a ser fiscalizadas. Aún están frescas las denuncias de fraude que mermaron la legitimidad del actual gobierno.
Además, este proceso cobra relativa significancia en Lima, por su importancia electoral y económica, para convertirse en contrapeso político del gobierno central, papel que ha abandonado un sector del Congreso.
El tema de los antecedentes que cargan algunos candidatos, como por ejemplo un aliado político de Castillo, ha contraído el debate a meras poses ramplonas, sin mencionar la insistencia del bloque caviar por otro postulante, lo que desnuda la desesperación del progresismo para no perder presencia en el electorado. Inclusive, la intervención de las ONGs y agentes del globalismo queriendo “lapidar” a otro en el último tramo de la campaña, confirman esta exasperación. Es así que llegamos a este día de elecciones con autoridades electorales cuestionadas, con la sensación de falta de garantías ante una posible alteración de la voluntad popular, con candidatos mercantilistas y la importancia de Lima como dique de contención a la avanzada gobiernista. ¡El voto de hoy marcará gran parte del futuro del país!